Una bañera y la rabia

Jamás imaginé ni en sueños un cuadro tan surrealista
en el que yo arrastraba un bañera cerro abajo
con mis propias manos…
Es cierto que mi look de ese día era algo campero,
con botas y pantalón de montar, pero así y todo,
era demasiado elegante para la situación.

En Asturias tenemos un terreno, es en el campo
y si algo lo distingue de otros es que tiene un letrero
que anuncia su venta en el cual está nuestro teléfono.
Ese día yo quería pasar por ahí, no se por qué
y cuando llegamos vimos que estaba vallado
y lleno de bosta de caballo, es decir,
alguien lo utilizaba como si fuera propio.

Nos miramos, la situación nos parecía tan extraña
que no sabíamos como reaccionar.
Caminamos unos diez minutos alrededor…
hasta que dijimos ¡na que ver!

Empezamos a sacar las estacas
y las cuerdas del artesanal cerco…
en eso veo una manguera, la sigo y llego a una bañera
dispuesta como abrevadero.
Como era de latón y no pesaba mucho la di vuelta
y la arrastré cerro abajo…

Es cierto que no ocupamos el terreno
y que podríamos dar talaje a animales,
pagado o gratuito si se nos antojase…
pero no sin permiso.
Que un cuico o pijo como se dice en España,
crie caballos para su disfrute
y en vez de pagar el mantenimiento de sus bestias
en el centro ecuestre o compre su propia parcela,
opte por invadir ilegitimamente lo ajeno,
me pareció to munch.


Y aunque tardamos en reaccionar
finalmente lo hicimos y con rabia...
con una rabia conciente y exquisita,
que fue la que nos dio la fuerza para
sacar las estacas con las maños desnudas,
meternos en las zarzas y…arrastrar una bañera.
Finalmente recogimos todo lo que no era nuestro
y lo dejamos junto al contenedor de basura…
Nos limpiamos como pudimos con unas toallitas húmedas
y jabón de ese que no necesita agua
y nos fuimos satisfechos y sin la rabia,
la que se quedó dentro de la bañera,
junto al contenedor de basuras.